El amor por el Ser



Solo el amor por el Ser abre la puerta de la meditación.

El amor por el Ser es la indiferencia con respecto a todo lo que no es el Ser.

Todos los pensamientos, todas las sensaciones, todas las percepciones son acogidas con esa indiferencia benevolente. 

Esta indiferencia benevolente no se puede simular, solo puede ser espontánea y natural. Y solo el amor por el Ser produce esa espontaneidad, ese desapego natural. En tanto no se haya roto la cuerda permanecemos atados.

El sentimiento de carencia que experimentamos y, que a menudo consideramos como algo de lo que hay que deshacerse y como la fuente de nuestra miseria, es de hecho el faro que nos muestra la verdadera dirección.

Se dice en las escrituras: “No me buscarías si no me hubieses ya encontrado”. 

El deseo por el Ser viene del Ser mismo, de la experiencia del Ser. Y el sentimiento de carencia es la carencia del Ser. No echaríamos en falta al Ser si no supiésemos ya lo que nos falta, si no conociésemos ya al Ser.

La meditación es un retorno natural al Ser. 

Está contenido en el deseo, en ese sentimiento de carencia, y que está dirigido a los objetos: pensamientos, sensaciones, percepciones a los que se apega. Basta con simplemente dejar ir todas esas cosas. Dejar al amor que es la llave de la liberación de todas esas cosas y posee la llave de ese dejar ser, dejar hacer, de ese abandono.

Cuando comprendemos que es el amor verdadero el que nos lleva hacia el Ser y que los objetos habituales de deseo no sabrían, no pueden aportarnos aquello que deseamos, entonces, no hay nada que se oponga a ese abandono. 

Las cosas van y vienen simplemente; y más allá se revela el perfume de la presencia.


(Meditación dirigida por Francis Lucille en Barcelona, julio 2010)