Las pequeñas cosas que nos hablan de Dios



Interlocutor: Hace treinta años tuve una experiencia en la que me sentí extáticamente feliz, todo era tan vibrante, pero desapareció y nunca la he vuelto a experimentar.

Francis Lucille: Requiere tiempo entender que la felicidad de un estado feliz nunca va y viene. Lo que quiera que fuera feliz hace treinta años, en ese estado feliz, está todavía presente justo ahora. Es la felicidad misma. La  objetivaste y la adscribiste a una experiencia que ocurrió  hace  treinta  años.  Estar hipnotizado   por  el  pasado  evita  que  seamos conscientemente  esta felicidad en  el  presente.  Entiende  que  el   perfume  de  esta experiencia está presente todavía. Nunca te ha abandonado. De hecho, es precisamente porque nunca te ha abandonado, por lo que sigues pensando en él.

I: He  tenido  otras  experiencias  en  las  que  todo  es  feliz  de  una  forma tranquila  y simplemente   todo   fluye  pero  no  es  vibrantemente  feliz.  No hay  sentimiento  de desasosiego o ego. Me refería a esa experiencia particular por que era tan vibrante.

FL: Sin embargo, en el momento en que vemos la felicidad como una experiencia objetiva después del  hecho, la convertimos en un objeto y queremos que reaparezca de una forma idéntica. Sin embargo, esto nunca ocurrirá porque es siempre diferente. Por otra parte, se está manifestando todo el tiempo. No podemos decirle a la felicidad cómo y dónde  manifestarse.  Dios sabe  mejor  lo  que  necesitamos,  dónde  aparecer,  cuándo aparecer y cómo aparecer.

Aquel  que  se  refiere  a  estas  experiencias  pasadas  es  aquel  que  todavía siente nostalgia. Es la misma ilusión. Aquello que queda como remanente cuando esta ilusión es vista tal como es, es Dios.

Es  importante  no  identificarse  con  experiencias  pasadas,  especialmente con experiencias espirituales pasadas. En general uno debería refrenarse y no hablar sobre ellas y ni siquiera pensar en ellas. Cada vez que pensamos en una experiencia de estas, deberíamos entender inmediatamente que la  felicidad que estaba presente entonces, todavía está presente ahora. Úsala como una forma de volver al presente, de olvidar el pasado. De otra forma creamos un ego que se supone ha tenido estas  experiencias y, cuanto mayor es la experiencia, mayor es el ego.

La verdad a la que nos referimos es paz. Es una ausencia de problemas. Es el verdadero trasfondo. No tiene esta cualidad vibrante, este conocimiento extraordinario. Los manifiesta, pero no es eso. Este estado de conciencia expandido aparece en el Ser (Self), en la paz. Es un modo de conocimiento diferente. Es inusual pero no es la fuente. La fuente está más allá de todo eso y está siempre presente.

El enfocar nuestra mente en estas grandes experiencias evita que veamos la hoja en el árbol, el  problema en el corazón de nuestro vecino, el cielo, las estrellas, el sol bailando sobre la pared de nuestra habitación, etc. – todas estas pequeñas cosas que nos hablan de Dios-. Krishnamurti  acostumbraba  a decir que si lo queremos grande, no queremos  realmente  lo  divino.  No  podemos ver  cuan  divinas  son  las  colinas  y montañas, así que queremos ver un ángel alado sobre ellas.

(Pasaje extraído del libro “El Perfume del Silencio”). Disponible en Amazon.