Interlocutor: Es una pregunta relacionada con la emociones, en concreto, con la ira. Suele ocurrir que se presente de pronto y que se pierda el control. Cuando se ha hecho un trabajo con las emociones, en medio de la escena puedes verte como un actor que, por una parte, está absolutamente tranquilo observando la situación y, por otra, está interpretando la escena, está actuando, está enfadado. Pero curiosamente tampoco puedo controlar el seguir invadido por la ira. ¿Hay alguna forma en que se puede trabajar, en este caso, con las emociones?
Francis Lucille: Si uno ha empezado ya a enfadarse, el tren ya ha dejado la estación. Lo que podríamos hacer es cortar la electricidad, el motor ya no gira más pero el tren continúa con una cierta inercia y va a acabar por pararse.
Uno puede darse cuenta del momento en que se observa enfadado y eso corta la electricidad, pero ya hay mucho invertido en el cuerpo: todas las descargas de adrenalina y demás; y el tren ya está en marcha. Son mecanismos naturales.
Y también no hay que ocultarse que hay un cierto placer en estar encolerizado: "les voy a enseñar cómo soy yo".
Realmente lo que va a cambiar las cosas es no montar en el tren y permanecer en la estación.
La ira, la cólera proviene siempre de una frustración que está ligada al "yo". La ira proviene de una sorpresa, nos esperábamos otra cosa; proviene de una expectativa. Nos esperábamos algo y después nos frustramos: "esperaba que te comportases de una manera distinta". Bien tú o bien Dios, pero siempre el otro. Y eso ocurre porque está "yo" y está el "otro".
Así que la fuente, el origen de la cólera, es siempre "yo" y el "otro", la separación.
No sirve para nada intentar controlar la ira o intentar tomar medidas para eliminarla. Si uno ve claramente que la fuente de la ira es esa división entre "yo" y el "otro", basta con investigar, con preguntarse acerca de la verdadera naturaleza de esa división entre "yo" y el "otro".
Llegado un cierto momento deviene claro que no hay tal división y, en ese momento, se habrá eliminado de raíz la ira. La ira o el enfado personal, aunque hay todavía lugar para la indignación. Porque, en este sentido, la indignación es una ira o cólera impersonal, divina. Pero la ira personal ya no tiene sentido, puede que permanezca un cierto tiempo como un hábito…
(Pasaje del Encuentro de Enero de 2012. Disponible en "Descargas")