Interlocutor: Esta noche no he he podido dormir, y por la mañana estoy muy cansada y a eso se añade un cuerpo enfermo. En esos momentos lo que tengo es más experiencia de la agitación que de la paz o felicidad. En esas ocasiones me digo: “yo no soy esto, no soy esta agitación soy la consciencia para ello”. Pero no podía, no podía establecerme en la consciencia. Entonces por la mañana el cuerpo se siente muy pesado y con una enorme identificación con la persona. ¿Hay algo que esté en mis manos que pueda hacer?
Francis Lucille: Vamos a ver dos cosas que has dicho: “la agitación del pensamiento” y “no puedo estabilizarme en la consciencia”. Hay ahí una confusión. Es como si la presencia de la agitación fuera el signo de que la consciencia no estuviese estabilizada. Pero, de hecho, los pensamientos agitados aparecen a y en la consciencia; no aparecen a otra cosa que no sea la consciencia.
El hecho de que la consciencia sea consciente de la agitación -que es movimiento, que es cambio- muestra justamente que la consciencia no cambia. La consciencia que es el testigo de la agitación no está agitada. Y lo que no está agitado no tiene ninguna necesidad de ser estabilizado, porque desde el principio no está agitado.
Lo que tú en realidad quieres no es estabilizar la consciencia sino más bien estabilizar la mente, es decir, parar la agitación del pensamiento; y eso es totalmente diferente.
Tienes que ver, en primer lugar, que la consciencia es estable. Y, de algún modo, cuanto más agitada está la mente más grande es el contraste con la estabilidad de la consciencia.
¿Por qué está agitada la mente? Porque tiene un problema sin resolver. Entonces, hay dos formas de agitación. Hay una agitación relativa a los problemas prácticos, y los problemas prácticos tienen siempre una solución práctica. Esta agitación debida a los problemas prácticos es temporal, no se puede mantener en el tiempo. Y, de hecho, no es en realidad agitación es simplemente movimiento.
Entonces lo que llamamos agitación mental, es decir, una mente que gira en torno a sí misma y que nunca cesa, se debe a la creencia que somos un individuo separado; una consciencia mortal y un individuo mortal. Esta creencia no tiene fundamento real; es una creencia. Toda esta agitación se debe a esa creencia.
Entonces ve que cada vez que la mente está agitada siempre podemos encontrar la fuente de esa agitación: “soy yo el hombre, soy yo la mujer, soy yo la persona limitada”. Por lo tanto no es que yo -en tanto persona limitada- tengo un problema, es que yo soy el problema, yo la persona limitada. Y la persona limitada crea un montón de problemas: “tengo miedo de eso, de aquello, quiero eso, quiero aquello”. Y la mente se ve ocupada sin cesar para satisfacer los deseos, evitar los miedos… Y todo eso tiene su fundamento en: “yo, la consciencia separada; yo, la consciencia que nace y muere.
Entonces, cuando entendemos la estabilidad de la consciencia… la consciencia siempre está tranquila. Eso hay que saberlo. En el medio de la agitación mental, la consciencia siempre está tranquila. Y tenemos la elección: bien nos identificamos con aquello que se mueve o bien permanecemos en tanto que consciencia. Tenemos la elección de ser o bien la agitación o bien la tranquilidad.
Y cuando somos la tranquilidad dejamos a la agitación su movimiento, no hay problema con eso; pero, de cualquier modo, la agitación no se va a mantener mucho tiempo.
La consciencia se sabe eterna, conoce su inmortalidad, su eternidad. Cuando en la ignorancia se identifica con un cuerpo mortal hay un conflicto entre ese saber de la consciencia que se sabe eterna y esta creencia que fue adoptada que dice: “tú vas a morir, la consciencia va a morir”. La agitación viene de este conflicto.
Es una lucha en la cual la consciencia, es decir la vida, siempre termina por ganar.
(Pasaje del Encuentro de Julio de 2016).