La creación cósmica es una explosión de libertad




Interlocutor: A propósito del libre albedrío tengo la impresión que jamás hay libertad para el personaje, pero si uno no se identifica ya más con el personaje tampoco hay libertad para el personaje.

Francis Lucille: ¡Jamás ha habido ni hay libertad para el personaje!

I: No somos el personaje. Dicho esto, ¿dónde se sitúa el grado de libertad para aquél que no es el personaje?

FL: En la creación.

I: ¿La creación a través del personaje?

FL: Sí, en particular puede ser a través del personaje pero si no la creación directa, es la creación cósmica. La creación cósmica es una explosión de libertad.

I: Puedo sentir una mayor fluidez pero sigo estando limitado por las restricciones de las limitaciones del personaje a través del cual percibo las cosas.

FL: Tú percibes las cosas a través de todos los personajes y no estás limitado a un personaje.

No estés en la situación de un rey que posee todos los palacios y chozas del reino y que encontrándose de visita en una cabaña cree que es la única casa que posee. Para el rey el objeto de sufrimiento no es estar de visita en esa cabaña miserable sino el creer que es la única morada que posee. A partir del momento en que su primer ministro le recuerda que el palacio no está lejos y que él es su propietario, todo sufrimiento debido a su presencia en esa cabaña desaparece.

I: No hablo de sufrimiento sino más bien de ejercicio de libertad; hasta el final de la visita permanezco limitado por el número de ventanas que hay, por ejemplo, en esa cabaña… no es una reclamación.

FL: La visita es tu elección y cuando te abres a la posibilidad que esto sea verdad, de una cierta forma, la cabaña deviene un palacio, porque tanto cabaña como palacio es una especie de ilusión que tú creas, y es ahí donde reside tu libertad. Esta libertad no se ejerce por las palabras ni por la acción -puede ejercerse por las palabras y las acciones- se ejerce por la visión y por el deseo impersonal. Por visión quiero decir percepción-creación.

Es como con nuestros pensamientos. No tenemos problema alguno en creer que creamos nuestros pensamientos, que nuestros pensamientos provienen de nuestra libertad y, sin embargo, cuando reflexionamos acerca de ello vemos que no los hemos escogido, vienen a nosotros sin que tengamos nada que decir. 

Si tenemos pensamientos negros, son pensamientos negros y si son rosas son rosas, no podemos escoger el color. A pesar de ello, aunque sabemos que no podemos controlarlos, decimos: “Son mis pensamientos”, “soy yo que los creo y provienen de mi libertad”. 

Los acontecimientos en el mundo exterior o los pensamientos de los otros, en general, no los vemos de esta manera. No decimos: “Son mis pensamientos, son mi creación”; y hay un lado ilógico aquí. Ya que en los dos casos vienen espontáneamente sin una elección previa, deberíamos decir: “No son mis pensamientos, no es mi lluvia, no es mi nieve”. Y de forma impersonal: “Piensa, llueve, nieva”. O bien deberíamos decir: “Yo pienso, y yo nievo”.

(Pasaje extraído del Encuentro de Agosto de 2013. Disponible en “Descargas”).