Un objetivo o una meta espiritual siempre va a ser algo que va hacia una imagen o algún tipo de estado. Algo que siempre va a poder ser expresado o bien en términos de los sentidos o bien en términos del pensamiento.
Un objetivo, una meta siempre va a ser un objeto en la mente, un objeto para la mente. Y como nuestra verdadera naturaleza no es un objeto, sea grosero o sutil, cualquier objetivo espiritual va a errar.
Esta comprensión de que cualquiera que sea el objetivo que tenemos en la mente no va a conseguir lo que deseamos abre la vía a la meditación.
La meditación es simplemente ser sin propósito, sin objetivo.
Bien un objetivo claramente formulado o expresado en términos de pensamientos. O bien expresado irracionalmente en la forma de una pulsión o una tensión en el cuerpo.
Así que proviene de esta comprensión el que cualquier objetivo que podamos tener no va a conseguir lo que deseamos. Y si esto es claramente visto y comprendido, entonces estamos ya potencialmente libres de objetivo alguno. Estamos libres ya de la búsqueda, estamos libres de conseguir metas.
Puede que todavía nos atrapemos a nosotros mismos, por la fuerza del hábito, intentando conseguir algo, buscando algo durante la meditación, pero esta búsqueda no puede mantenerse a sí misma si tenemos esta clara comprensión; así que la dejamos caer.
Y en el momento en que la hemos dejado caer, incluso por un breve momento, somos sin propósito. Y no tener propósito es realmente estar en meditación, es ser vacío.
El Maestro Eckhart decía que el hombre espiritual, el hombre pobre de espíritu, es aquel que no posee nada, no sabe nada, no desea nada.
Pero este no desear nada tiene que ser natural, no puede ser forzado, no puede ser el resultado de un esfuerzo. Y para que sea natural tiene que venir como resultado de la comprensión.
Esto es algo que también tiene que ser claramente visto: que el esfuerzo no te conduce a ninguna parte.
Solo la inteligencia, la comprensión y el amor te permiten llegar a la meditación que es esa condición sin objetivo, sin propósito.
Es necesario comprender que cualquier tipo de trabajo hacia una meta, hacia un objetivo no va a asegurarte la libertad, la felicidad y la verdad que buscamos. No hay propósito alguno en no tener ninguna meta.
Si esto es comprendido, la meditación deviene muy simple. Simplemente permaneces como eres.
No hay necesidad de controlar nada, no hay necesidad de controlar tus pensamientos, de controlar nada. Hay pensamiento libre, percepción libre, sentimiento libre. No hay incluso ninguna búsqueda de la presencia porque la presencia no puede ser encontrada por la mente.
Y cuando nos demos cuenta de que hemos caído en el viejo hábito de buscar algo, pensando que nos va a entregar la felicidad que buscamos, ese pensamiento lo dejamos caer por nuestra inteligencia.
Y también cuando detectamos una tensión, un impulso o una intención en el cuerpo, que es la manifestación de algún tipo de objetivo en un nivel irracional, lo dejamos caer: lo ofrecemos, lo entregamos al espacio.
Al principio te encuentras a ti mismo teniendo un propósito, un objetivo, ve esto claramente.
Simplemente sé momento tras momento sin ningún objetivo, y todo lo demás es libre: el pensamiento, la percepción, el sentimiento.
Hay un tipo de objetivo que puede que todavía tengas que es cualquier tipo de objetivo impersonal.
Si, por ejemplo, tienes una actividad profesional creativa por supuesto hay ahí un aparente objetivo. Quieres construir una casa o una máquina para el trabajo, pero esa meta es impersonal; lo que quiere decir que no estás en ella en tanto que persona, tu felicidad no depende de ello.
Aquello que no tiene sentido es un objetivo personal porque la idea de conseguir la felicidad personal eso es algo que no va a suceder mediante la adquisición de un objeto, de un estado, etc.
Gradualmente la meditación se establece, en otras palabras, nos establecemos en tanto que sin propósito, sin objetivo. Simplemente acoges todo lo que surge. Es un estado de disponibilidad.
No hay deseo alguno porque en tanto que eres consciente de tu presencia todos los deseos se extinguen.
El fundamento de tu ser es la paz.
Francis Lucille - Barcelona, enero 2010